miércoles, 27 de febrero de 2008

Cap. XIV: Brothers Trip

Quería recorrer la isla y tacharla del mapa. Quería quemar las carreteras del país para no volver nunca más. Mi hermano pequeña vino de España para acompañarme en este viaje extremo hacia los rincones del país. Fuimos en ruta hacia el sur, buscando ciudades históricas y paisajes dramáticos. La guía recomendaba unas dos semanas para hacerla, pero nosotros solo teníamos cinco días...

Lo más aconsejable para viajar por la isla si no se dispone de mucho tiempo es el coche, que a partir de dos personas es más barato que el transporte publico. La estructura viaria se basa en una especie de entramado arácnido cuyo centro está en Londres y del que parten autopistas principalmente hacia el Norte, pasando por las ciudades más importantes hasta unirse con Edimburgo. El resto son carreteras de dos carriles, carreteras de un carril, carreteras de cabras y rotondas a aburrir, eso sí, bastante mejor señalizadas que las de España. Evidentemente el coche era inglés y el volante estaba al revés. Afortunadamente el vehiculo era pequeño, de la gama más barata que sirven en la agencia de alquiler. Un peugeot 107, un coche con lo justo, cuatro ruedas y un volante, y un maletero en el que cabía justo el carrito de la compra. No tenía aire acondicionado ni otras pijadas, pero si una radio con scanner. El coche iba a gasolina, mucho más ecómico aquí ya que es más barata que el gasoil. Para que conste en acta, el gasoil está a 1,10 libras y la sin plomo a 1,03. De peajes nada, solamente pasamos por caja cuando cruzamos el puente que une Cardiff, capital de Wales, y Bristol.

Día 13 de febrero de 2008, 8.00 de la mañana. Me dirijo hacia la agencia de alquiler. Mi misión es llegar al aeropuerto de Newcastle donde estará mi hermano esperando. No es sencillo. Hace tiempo que no conduzco, el coche tiene el volante al reves, todo está al reves allí fuera y no se como salir de la ciudad. Tendrán paciencia los ingleses conmigo? Más les vale. Afortunadamente no les está permitido tocar el pito arbitrariamente, por lo que tendrán que aguantarse si me equivoco. Muestro los papeles a la señorita, mi carné, mi pasaporte y lo más importante, mi tarjeta de crédito. Todo en regla. Llega el momento de los gastos adicionales. Opciones de seguro: Opción A, depósito de 500 libras con el seguro básico, y en caso de piño, bye bye. Opción B, depósito de 200 libras pagando una ampliación extra de seguro. Y opción C, paga una pasta de seguro y no hay que ingresar depósito. Si no hay piño te devolvemos el depósito, si hay piño, lo más seguro que te quedes sin depósito. Extra por depósito de gasolina, 70 libras por si lo devuelves vacío. Es curioso este sistema, porque cuanto más se paga de seguro, menos se mete de depósito, y parece que es más barato, aunque no lo es si no tienes ningún accidente. Total que al final, pensando en posibles inconvenientes me decliné por la opción B y el tema ascendió 50 libras reales más sobre el precio. Revisamos con la señorita el estado del coche y me dio las llaves. Ya era el feliz poseedor de un mini coche, un peugeot 107. Para mi no fue un inconveniente que fuese pequeño, más bien al contrario una ventaja. Lo primero que se siente al conducir por el otro lado, es que tu mano derecha es más rápida que tu cerebro y tiende a golpear la puerta buscando el cambio de marchas. Otra tendencia es la de entrar en el coche por el lado que no es. Y por último, lo más escabroso era la sensación de sentir los coches que se te echan encima en las carreteras de dos carriles y sentidos opuestos. No dimensionaba correctamente el tamaño del coche y creo que debido a eso tuve algún que otro llantazo y acercamiento peligroso hacia los bordillos. La referencia para los ingleses está en la línea de separación de los carriles, mientras que en España está en la línea de la derecha. Por tanto, la distancia entre los conductores en España es mucho mayor, por lo que al conducir por el lado de dentro, y ver venir los coches en sentido contrario tan de cerca es acojonante, no se si me explico. Y ese miedo me hacia tirar hacia los lados, porque me daba la sensación que me los iba a comer. Es raro pero era lo que sentia. Total que después de dar unas vueltas por el aparcamiento de un súper y con la confianza suficiente me dirigí a la aventura. No hubo problemas. Solo un camionero que me dejo atrapado mientras yo estaba parado en una gasolinera para echar una meadilla y tuve que sacar el coche marcha atrás.

El aparcamiento del aeropuerto tenía un curioso sistema para la gente que tiene que recoger o dejar gente. Te dan un tiquet que los primeros diez minutos es gratis pero a partir de los diez la tarifa aumenta exponencialmente. Como llegué bastante antes de tiempo, tuve que estar saliendo y entrando del aparcamiento unas cuantas veces hasta que al final llegó mi hermano. Otro problema se planteó al llegar a York. Como íbamos a pasar dos días en la ciudad tenía que aparcar en algún sitio, y en la zona que vivo, muy cerca del centro, hay un sistema de clasificación de zonas que solo permite aparcar a los residentes con una tarjeta especial, o a visitantes con diferentes modalidades, desde máximo una hora pagando o diez minutos sin pagar. Hay unos gorrillas paseándose arriba y abajo vigilando que se cumpla la ley. Así que nos la tuvimos que apañar para ir moviendo el coche de centro comercial a centro comercial y lado a lado para dejarlo por ahí. Muchas ciudades turísticas de Inglaterra tienen un sistema llamado park and ride. Es decir, un aparcamiento a las afueras de la ciudad gratuito y a partir de ahí te llevan hasta el centro en autobús. Pero nunca hicimos uso de esto y preferimos piratear y aparcar aquí y allí intentando dejar lo mínimo en tickets en cada ciudad. Llegamos a York ya de noche, es decir las cinco de la tarde. Le di a mi hermano un plano de la ciudad para que se entretuviese dando vueltas y yo me fuí a casa de unos amigos a dormir. Al día siguiente hicimos un tour por la ciudad gratuito, guiados por un señor jubilado que fue muy simpático y agradable y nos enseñó la ciudad contando historias, aunque hablaba flojito y costaba un poco de pillar. Por la noche fuimos con mis amigos chinos al musical My Fair Lady. El musical está basado en la película y va de una mujer que es florera y tiene que aprender a hablar correctamente con el acento pijo. Hay unos cuantos chistes que no pillaba, pero intentaba reírme al compás del resto para no destacar. Y al día siguiente empezó nuestro trayecto.

Había planeado más o menos por donde íbamos a ir, aunque no reserve ningún hotel ni hostal, porque tampoco era tan matemático y no sabía donde íbamos a parar ni lo que nos íbamos a encontrar en el camino. Más o menos planeábamos de un día para otro, con la idea básica de ir para abajo y no pasar por Londres. El día uno del viaje fuimos de York a Lincoln y Stamford e hicimos noche en Cambridge. Como ibamos apretados de tiempo, parábamos en algún Tesco para hacernos con alimentos básicos como bimbos, galletas, snacks, aceitunas, latas de sardinas y atún, noodles, etc… y íbamos comiendo en el coche o parábamos en cualquier esquina y hacer un picnic, lo que era visto un tanto raro para algunos ingleses. El coche al final del viaje parecía un basurero lleno de envases de cualquier cosa. Total que visitamos la catedral de Lincoln, luego la de Stamford. Por cierto que en Stamford me dio un apretón y tenía que desalojar la vejiga, pero el puñetero toilette era de pago y había que meter una monedita de 20 peniques de la que no disponía en ese momento y como me estaba haciéndomelo encima, la señora encargada me pasó gratis, así que fue simpático porque nunca me habían invitado a una meada. Y por último llegamos a Cambridge ya las siete. Y hacia un frío que pelaba. Llegamos a la calle del hostal, pero desgraciadamente estaba repleto, por lo que fuimos a un bed and breakfast, en la que una señora muy amable, nos trató como si fuésemos sus hijos e incluso nos invitó a aparcar su coche en el patio trasero de su casa. Había que aprovechar el tiempo al máximo, así que aun haciendo un frió de narices y siendo de noche, cogimos un plano y una linterna que mi hermano trajo milagrosamente, y fuimos a la aventura. Era viernes noche y había animación por las calles. Lo que sería la calle central con más marcha estaba lleno de gente, y a todos lados bicicletas. Era una ciudad amiga de las bicicletas a tope. Ese día me di cuenta de tres olvidos importantes en mi bolsa de viaje. Primero me olvide de las gafas, por lo que tuve que llevar lentillas todo el viaje, segundo me olvidé del peine, por lo que en todas las fotos parezco un loco y tercero me olvidé del cinturón, por lo que se me bajaban los pantalones. Estas tres tonterías me fastidiaron bastante. Y el primer día abuse de las lentillas y se me hincharon los ojos, cosa que me hizo parecer un yonki, así que el día siguiente tuve que hacer la ruta turística con dos dioptrías de menos. A partir de Cambridge fundamos la idea de tours nocturnos, íbamos a los sitios cuando no había ni dios, todo tranquilo y a veces muerto, nos hacíamos los fotos con el trípode y la exposición bien abierta y la mar de bien. Un poco de frío y unas cuantas perdidas, pero nada más. El primer día tuvimos que dar un poco de pena, por que nos perdimos, estábamos en medio de un parque sabe dios dónde en medio de Cambridge, con una mapa enorme desplegado y una linterna buscándonos en medio del plano. Y un señor se paró para preguntarnos si todo iba bien, y amablemente nos ayudó a encontrarnos.

Al día siguiente nos levantamos bien temprano y concluimos la visita visitando el campo de cambridge y la parte trasera donde están todos los jardines. La universidad no es un edificio, son un montón de colegios distribuidos por toda la ciudad, siete de los más importantes están situados en una zona típica que se ven en las fotos con los jardines y demás. Al día siguiente nos dirigimos a Oxford, donde visitamos la otra universidad importante del pais y el colegio donde se han filmado las películas de Harry Potter. De allí para Salsbury, donde hay una impresionante catedral. Llegamos ya de noche como es normal, y está vez dormimos en un hostal muy cerca del centro. La catedral de noche estaba iluminada y era espectacular. Cuando llegamos dentro se estaba celebrando misa y no pudimos asistir, pero estaban tocando el órgano y era genial escuchar esa música en la catedral, tenía una ambientación tipo jorobado de notre dame. Al lado justo estaba el claustro abierto que visitamos igualmente. Por la noche más de noche, después de cenar, nos arriesgamos a visitar Stonehenge. Pensabamos que estaría iluminado y se podría ver. Pero nada de eso. Cuando llegamos paramos y unos señores armados con linternas que aparecieron de la oscuridad nos hicieron desistir de nuestras intenciones. El monumento estaba bien vigilado. Así que por la mañana bien tempranito fuimos de nuevo a Stonehenge. No está permitido andar por en medio del monumento ni hacer misas celtas. Está vallado y hay que pagar entrada para verlo de cerca, paseando por un camino que pasa al lado. Nos hicimos las fotos de cortesía y seguimos el camino con intención de llegar a Devon y Cornwall, es decir, el extremo oeste de la isla británica, que tiene fama de espectacular. Pero estando a medio camino, me di cuenta que mis planes estaban equivocados, que estaba más lejos de lo que creíamos y que era una paliza. Así que visitamos Exeter que es la capital de la zona, y de ahí pasamos a ver algo de mar por Torquay y Brixham, la riviera inglesa, y degustamos un fish and chips en un grasiento take away. Dimos la vuelta y ya de paso visitamos Okehampton que nos pillaba de camino y acabamos en Bath, donde dormimos en un hostel YMCA, Young Model Christian Association, que por no gastar no gastaban ni en calefacción y hacía un frío en las habitaciones de pelarse. Bath significa Baño, y es que está ciudad fue muy visitada por los romanos por la abundancia de fuentes termales. Visita nocturna a Bath y a la mañana siguiente seguimos la ruta para darnos una vueltecilla por Gales.

Pasamos por un peazo de puente que unía Cardiff con Bath, y visitamos el ahora decadente puerto de Cardiff, tranquilo y desértico, como correspondía a un lunes por la mañana. Entramos en un edificio que según la guía era una iglesia noruega, y al entrar un tipo nos pidió que nos quitásemos la bolsa y la pasásemos por el detector de metales. Nos pareció raro para una iglesia. Luego caí en la cuenta que no era una iglesia, que era el parlamento de Gales y eso nos cuadró más. Paramos en un tesco para hacernos con cacahuetes salados, Frankfurt y demas provisiones y seguimos adelante para visitar la península de Gower, una puntita que parece una cagada de pájaro en el plano pero que es más largo de lo que parece. Después de perdernos unas cuantas veces dimos con el pueblo que buscabamos, que estaba en la puntita de la península, se llamaba Rhossili, y fue una de las imágenes más bonitas que recuerdo. Acantilados enormes y una zona de tierra en medio del mar que llaman Worm’s head a la que se puede pasar cuando la marea baja, pero era demasiado tarde y no nos dejaron. Luego pasamos a la playa del mismo pueblo y igualmente la marea estaba subiendo. La subida era poco a poco y parecía más un lago que mar. Respiramos un poco de aire fresco y ya seguimos hacia el norte pues en dos días tenía que devolver a mi hermano de nuevo al aeropuerto.

El siguiente tramo fue el que se hizo más largo. Quería visitar el parque de Snowdonia, que es un parque natural de Gales y de paso escalar el monte Snowdon, de mil metros de altura. Teníamos dos opciones para llegar hasta allí, hacer más kilómetros por autopista o hacer menos kilómetros por carreteras primarias y secundarias. Calibrando la situación y puesto que se estaba haciendo de noche y que no teníamos mucha idea de cómo llegar nos decidimos por el lado conservador y tiramos por la autopista y la opción kilometraje largo. Esa noche la pasamos en el mejor hostal de los que estuvimos sin duda. Fue una parada casual, porque a la altura de Conwy estabamos cansados y decidimos parar, aunque nuestra intención era intentar llegar hasta el parque. El pueblo era bonito, aunque solo lo visitamos de noche. Nos recordó al pueblo de nuestros padres, "la torre", un castillo que tenía pinta de español, unas calles pintadas con cal. Era todo muy acogedor. Pero fue una idea genial llegar allí. Eran ya las diez de la noche, y casi nos cierran y nos quedamos en la calle. El hostal estaba medio vacío así que nos toco en una habitación de cuatro pero solo estábamos nosotros. Luego fuimos a la cocina a cocinarnos los espaguetis supervivientes que teníamos. La cocina era genial, enorme, tenía de todo. Y lo mejor era un apartado de la cocina, donde apiladas en cajas y bolsas había un montón de comida y etiquetado todo con la palabra "purse". Empezamos a mirar aquello, y mirar nuestros tristes espaguetis. Primero tomé algo del aceite de oliva con denominación de origen que había allí, después nos lanzamos con las lonchas de chorizo ibérico, y por último atacamos los yogures y plátanos. No había nadie para preguntar, por lo que dedujimos que toda esa comida era una especie de "bolsa" donde se dejaba la comida sin dueño y de la que se podía coger libremente lo que quisiéramos. Esa fue nuestra libre interpretación. Así que llenamos unas cuantas bolsas con material para ese día y consecutivos y nos marchamos de allí a la mañana siguiente sin más. Y de allí fuimos ya con nuestro último día y como cumbre a hacer la cumbre de Inglaterra y Gales, el monte Snowdon, un monte que escala una vez al año el principe de Gales, alias orejas. Según la guía escogimos el trayecto para subir más corto en tiempo, ya que no nos sobraban las horas, estábamos a doscientas millas de York y queríamos escalar el monte. Pero el más corto no significa el más fácil. El maldito camino era un rompepiernas. Además yo iba cargado con la mochila con toda clase de snacks para hacer un picnic en la cumbre. Además estaba soleado, mis "botas" de escalada eran unas zapatillas del zara desgastadas y en medio del camino había una zona llena de pedruscos y leches. Total, la excursión nos llevo cuatro horas y cuarto de andar, más los descansos por agotamiento cada 10 minutos. Cuando llegamos a la cumbre nos dimos cuenta que había otro camino por la otra cara de la montaña, suavecito y con escalones, maldición! Pero valió la pena subir, las vistas eran estupendas, aunque había momentos que esa cumbre parecia el metro en hora punta. Después de hacer el picnic y recuperar fuerzas, descendimos. Llegamos al coche y camino para casa porque al día siguiente nos teníamos que levantar tempranito.

En el camino de vuelta encontramos una curiosa forma de fomentar el uso compartido del coche. Había dos carriles, uno era para los coches con solo una persona, el otro era para coches con dos o más. El de una persona estaba atascado y el de dos iba vacío. Como éramos dos avanzamos que daba miedo, mientras que no había ni una persona de las del otro carril, que estaban metidos en un tremendo atasco que hiciera trampas. Increíble! En principio el camino de vuelta era fácil, se haría de noche pero no importaba, porque era todo autopista. Si no fuera por la maldita niebla que apareció de repente como un fantasma. Estuve acojonado bastante tiempo porque a veces no veia tres en un burro, pero bueno, despacito despacito y con una tremenda cola detrás llegamos a casa. Y esa noche dormimos juntitos, yo en la cama y mi hermano en un saco de dormir en el suelo. Tres fueron los recuerdos que mi hermano se llevó de Inglaterra, un freezring especial para la playa, un roca con forma de anillo que encontramos en la montaña y que podría ser un resto prehistórico de algo, y un tercero que no recuerdo. Y a la mañana siguiente devolución y vuelta a York sin incidentes, con un total en el marcador de 1800 millas, que multiplicado por 1,6 da un total de 2880 kilometros en cinco dias. Y me preparé para el examen, que es materia de otro capitulo.