miércoles, 17 de octubre de 2007

Cap. IX: Yo cai en una Tourist Trap

En la búsqueda del misterio que se esconde debajo de las faldas escocesas y del monstruo de la barriga cervecera, me dirigí en destino a la parte norte de la isla británica que me da cobijo. Antes que las nieves cubriesen el pasto y las ovejas se retirasen a sus cobertizos, hice mi hatillo, formado por mi ignorancia y mis ojos bien abiertos, dispuesto a pisar con ilusión ese país llamado Escocia, que no Escocía (vease aquí la importancia de los acentos en la gramática española y el uso correcto de éstos). Así que llené mi mochila con lo mínimo para sobrevivir en las rupestres tierras del norte y me dirigí con paso firme hacia la estación de tren, con la mente centrada en mi primer destino.

El tren me llevó en un rápido recorrido de 55 minutos hacia Newcastle, ciudad que me sirve habitualmente de puente entre York y Barcelona. Newcastle es una ciudad como otras tantas de Inglaterra, como Leeds, Manchester o Liverpool. Todas estas ciudades tienen una estructura muy similar, están llenas de centros comerciales, con las mismas cadenas y los mismos restaurantes. Asi que la visita de los lugareños a estas ciudades se suele hacer con dos motivaciones principales, shopping or drinking. Lo más destacable para mi o sorprendente, como ciudadano de la antigua europa, vieja y decadente, es el río que lo cruza y una colección de impresionantes y disparatados puentes que unen las orillas entre Newcastle y Gateshead. Entre ellos el Swing Bridge, viejo tunel de madera y el High Level Bridge, estructura metálica que pasa a una altura enorme por encima de la ciudad, y que puede provocar mareo si intentas verlo desde el suelo. También habia un "Millenium bridge", digo también porque no se por qué extraña razón hay uno de estos puentes en cada ciudad que visito en Britania.
El hostal era de gran calidad, precio de 17 libras o pounds que incluia desayuno a base de tostadas y té hasta que wee, cocina con todos los complementos y guardabolsas para despues del checkout. Al llegar me hice con una litera, piso de arriba, dejé la mochila grande, y traspasé el pack de supervivencia a la mochila de las excursiones cortas: sándwiches, guía y bolsa de quicos (traidos de importación en la maleta, pues aquí no los han descubierto aún o están prohibidos por la adicción que generan). Hice cuadrar las fechas para que ese domingo, día que llegué, coincidiese con el último día del festival SAMA de música india. Mi primera misión era llegar al auditorio pues quería asistir al concierto del gran maestro Hariprasad Chaurasia, jugador de flauta india o bansuri y el maestro Shivkumar Sharma que hace lo mismo con el santoor, instrumento de solo cien cuerdas, que se toca con unas cucharillas de café. Llegué sin gran problema al auditorio, una especie de gusano gigante formado por mosaicos acristalados que refleja como un enorme espejo, creación del famoso Norman Foster separado de nuestra Hablemos de sexo, Elena Ochoa. En espera del gran momento de la tocada de flauta di una vuelta por los alrededores. Junto al auditorio hay un antiguo almacén de semillas reconvertido en centro de arte contemporáneo llamado Baltic. La entrada era gratis, todo un aliciente para mi bolsillo. Dentro habian sorprendentes exposiciones, algunos las definirian como chocantes y políticamente incorrectas, otros como morbosas, y algunos como tomadura de pelo. A mi me gustó debido a mi vena española-cotilla, más mi aprendizaje y mutación a la inglesa-morbosa, toda una mezcla explosiva que puede hacer de mi un ultra jorge javier vazquez . Para asesoramiento técnico serio y eficaz habría que recurrir a mi amigo Alberto Pleguezuelos (para quien esté interesado en arte más formal, recomiendo su blog, vinculado desde aquí). Una de las exposiciones más XXX fue “Irrespektiv”. Antes de entrar en ella te obligaban a leer un folleto de aviso en el que aconsejaban no entrar con menores de edad ya que las obras podrían herir la sensibilidad de las personas, además avisaban que había luces estroboscópicas y flashes que podían producir ataques epilépticos. Después de éste aviso no dudé en absoluto en entrar aún a riesgo de mi vida. A la exposición solo le faltaba la bruja con la escoba para que fuese realmente terrible. Imaginen una estrella formada por porras de policía y sirenas que se encienden cada tanto, un esqueleto cubierto de cinta policial, un monitor reproduciendo a cámara lenta y marcha atrás el atentado de las torres gemelas, una silueta en el suelo formada por candados, una habitación con las paredes cubiertas con fundas policiales para cadáveres y un coche en llamas sobre un podio lleno de cristales punzantes de botellas rotas, entre otras cosas más difíciles de describir. El objetivo del artista era "empujar al visitante a los límites de los códigos morales para hacerlos colapsar y reiniciarlos" según extracto del folleto explicativo. Queda decir que es tan importante la explicacion del folleto como la exposición en si, por lo que aconsejo leerse todos los folletos previo a la visita a una exposicion de arte contemporáneo para no sentirse un gi....llas más tarde. Después de éste reset de las constantes morales y reiniciado el Windons 95, me dirigí al festival SAMA, con música en directo "bhangra", que es una fusión entre bases electrónicas y percusión hindú, étnico y rítmico. La comunidad india en Inglaterra es bastante más numerosa que en España, y se podían ver muchos indios seguidores de la religión Sij, recocibles porque no se cortan el pelo nunca y se lo van recogiendo en un moño cubierto por turbante. Esto explica que muchos barberos estén en paro y emigren a grandes ciudades, donde fundan peluquerias, badulaques 24 horas y locutorios. Después de disfrutar de la música de tres bandas diferentes y los bailes de señoritas ligeras de ropa con movimientos cercanos a la dislocación de cadera, me dirigí al concierto del maestro hindú del bansoori con el que vuelas sin necesidad de alas ni red bull. Tras el concierto tuve un intento de llegada al hostal que fracasó, por lo que me perdí y me encontré en un lugar de donde empezaron a salir de todos lados diablos y diablas. Comencé a pensar que tal vez me tenía que haber tomado más en serio los avisos de la exposición, y entonces me percaté, gracias a los borrachos que decoraban las calles con papilla indigesta de fish and ships, que estaba en la zona de marcha y que las diabolas y diabolos era motivado por una fiesta que se celebraba (son comunes las fiestas en las que los jovenes se disfrazan de algo ridiculo y salen a la calle para verguenza más ajena que propia, aunque creo que ellos lo encuentran divertido). Al día siguiente me visité otro museo de arte contemporáneo, una casa de hace tres siglos del English Heritage, y por último me dirigí con los pies doloridos a la biblioteca, lugar de reposo y recogimiento para tomarme un té. El té es como el agua, es de buena educación cuando llegas a cualquier sitio ofrecer al invitado una taza de té, preguntando leche y cucharadas de azucar. Así me quedé esperando la hora de autobús mientras leía las novedades en el caso Maddie y las últimas chorradas de la posh señora Beckam.

Tras Newcastle me esperaba un viaje en autobús de tres horas hasta la capital de Escocia, Edimburgo. La compañía que me transportaba era de low cost, llamada Megabus. No por ello deja de ser de menor calidad, pues dispone de bolsas para personas propensas a los mareos y aseo en la parte trasera del autobús, detalle a tener en cuenta para viajes largos y aficionados a prácticas intimas en lugares raros. Mucha mejor calidad que cualquier autobús de medio recorrido de España, al menos de los que he probado yo, aunque se echaba en falta la tele con la pelicula en VHS rallada.

Qué decir de Edimburgo. Maravillosa ciudad, con desniveles, callejuelas estrechas, rincones hermosos, grandes parques y faldas escocesas. Ciertamente no es un mito y hay ciudadanos que se visten a la manera tradicional y pasean con sus faldas de aquí para allá. Lástima que no coincidí con ninguno en un baño, porque me hubiese gustado ver como hacen para sacar la gaita. Resumiendo rápidamente dos días y no se cuantas millas de andanzas de aquí para allá, aconsejo el Castillo, el parlamento escocés, el monte Arthurs Seat con magníficas vistas, Carlton Hill, el jardín real botánico con una excelente selección botánica de todo el mundo y el puerto con vistas a la bahía de Edimburgo. Y tras este breve pero intenso resumen un par de anécdotas; una de las creaciones gastrónomicas de los take away de la capital, es junto a los kebab, hot dogs, hamburguesas y fish and chips, el deep fried Mars, es decir coger una barrita de chocolate Mars y freirlo profundamente. Si quereis morir jovenes ya sabeis. Un sitio mucho más elegante y delicado, decorado en cálida madera y lleno de elefantes es el Elephant Blue, lugar embrionario de la saga Harry Potter, donde HK Rowling escribió la primera de sus novelas. Dicen las leyendas que debido a su precaria situación económica solamente podía permitirse un café, y con éste permanecía todo el día. Para recordar la visita me hice con una cucharilla, que tal vez usó alguna vez Rowling para remover el café. La cucharilla pasará a engrosar mi colección de cucharillas robadas de cafeterías, afición que combina emoción, belleza y riesgo. Ya por la tarde llegué a la costa de Edimburgo que está a tomar por saco del centro, tenía ganas de ver la costa y volver a oler el salitre y la brisa del mar aunque la playa es de guijarros y no vale la pena como tal. Se me hizo muy tarde, el sol se había puesto y las brujas y fantasmas empezarían a hacer acto de presencia en breve. Me dolían los pies y estaba desorientado, ya que hacía rato que me había salido fuera del plano que me habían dado en la oficina de turismo. Así que milagro, encontré una parada de autobús con dirección centro. Esperé un rato e hizo acto de presencia el autobús número 11 con destino Princess Street. Al subirme saqué mi arrugado billete de cinco pounds, a lo que el conductor me dijo: no change, y no hubo manera, así que tuve que bajarme. Ya cabreado me decidí a ir andando. Tenía la opción de ir a través de la avenida Leith Walk, pero recordé que esa era la zona en la que se inspiró Danny Boyle para la película Trainspotting así que fui al super, me compré la bebida refrescante IRN BRU, bebida nacional escocesa que hace la competencia a coca cola, aunque el efecto no era el de popeye, y con el cambio en monedas de a 1 pound esperé al siguiente autobús, pensando ya en la cama y en mi siguiente paso hacia el norte del norte, Inverness.

Al día siguiente, tras tres horas en autobús llegué a Inverness. Si el primer hostal era bueno y el segundo regular, esté era el peor. La primera impresión fue realmente negativa, pensé en quedarme solo una noche. Pero luego cambié de opinión pues la falta de lujos o detalles la compensaba el amable trato de la gente. En el hostal me dieron una funda pero al intentar meterla en el colchón me di cuenta que era imposible, así que me imaginé que la funda era para mí. Era la primera vez que usaba algo así y fue bastante incómodo, de tal forma que al día siguiente me arriesgue al contagio de pulgas y no lo usé. Al llegar a la habitación compartida, encontré un chico pelirrojo, seguramente irlandés que me preguntó de donde era. Yo le dije español, y el me contestó con un inconfundible acento gallego: yo soy de Vigo! Diego, pues así se llamaba el susodicho, tras una semana dando vueltas por las tierras húmedas y chicas idem, había llegado hasta el límite que toleraba su paciencia, estaba cansado del imperio y aún le quedaba una semana hasta la fecha de regreso de su avión. Tenía pensado volver a Londres y quedarse allí haciendo jogging por Hyde park hasta el día de su salida, pero le encorazoné para que hiciese un último esfuerzo y visitase más sitios. Finalmente aprovecho al máximo y me ha contado, ya de vuelta a España, que visitó más lugares. Con Diego compartí la experiencia del lago Ness y alrededores. Fue un gran compañero de viaje, y me lo pasé mucho mejor gracias a él. Al día siguiente nos preparamos para ir al lago Ness. Nos informamos previamente en la oficina de turismo para no tener problemas y tomamos un autobús que nos llevaría a la mítica orilla del famoso lago. Cual fue la sorpresa que al llegar allí habían dos tiendas definidas como el “real centro de estudio del lago Ness”, una especie de museo viejo, mohoso y cutre acerca del monstruo y tiendas de souvenirs con toda la parafernalia imaginable acerca de. Desde allí empezamos a andar y andar. Finalmente, a la hora de andar llegamos a lago y junto a éste un castillo en ruinas. Decididos a bautizarnos en dicho lago, nos dispusimos con toda la ilusión a bajar hasta la orilla. Cual fue la sorpresa que no pudimos, estaba todo amurallado y vallado, y solamente se podía previo pago. Habíamos caído en lo que se llama Tourist Trap, una trampa de touristas, de las que abundan en el pais. Así que nos hicimos unas fotos desde un punto estratégico y de libre acceso y nos dimos la vuelta, con la fuerte convicción de NO recomendar la visita al pueblo ni a la zona, pues habiamos caido, como muchos otros en el timo de lago Ness. Ya de regreso a Inverness, y junto al rio Ness, en un acto psicomágico de gran belleza, bautizamos un peluche de Nessie que había comprado Diego para su hermana y yo mismo me bauticé el cogote para asi quedar en paz con mi alma torturada.

Al día siguiente seis horas de viaje hasta Newcastle y una hora hasta York y aquí se acabó mi primera incursión en el pais de la gaita. En el siguiente capítulo: cocinando con Danquijote roastbeef y pudding. Estén atentos a sus pantallas!!!

PD: Muchas gracias por los comentarios de todos, los Markem, Espailúdicos, los D3, los DEO, los Escuelita y todos mis amigas y amigos que me apoyan desde el otro lado. Muchos abrazos!